Carlos Prieto, Marta Ley e Irene de Pablo
Madrid fue una vez un poblacho poco atractivo para la alta burguesía empresarial. Andalucía, el paraíso de la burguesía adinerada. Cataluña y el País Vasco, patrias de los titanes burgueses de la industria y de la banca. Pues bien: (casi) todo eso ya pasó.
A la muerte de Franco, el peso del PIB catalán era 2'2 puntos superior al de Madrid, pero en 2017 Madrid se puso por delante (19,3% contra 19% en 2019, según datos del INE). Entre 1955 y 2019, Madrid subió un 25% su peso en el PIB nacional: del 15,3% al 19,4%, según Fedea.
Euskadi ha pasado del 7'8% del peso del PIB nacional (1975) al 6% (2019); se ha dejado un 23 % en democracia.
Todos estos datos reflejan que Madrid es un cohete turbocapitalista que engulle territorio, pero también la decadencia de un clase social (la burguesía periférica) que marcó el siglo XX español, vertebró Estado y obtuvo fabulosas plusvalías por ello. La burguesía periférica tradicional o está en crisis, o ya no es lo que era o se cae a cachos. Ahora hay otros ricos, pero no son estos.
Auge y decadencia de las burguesías periféricas en tres territorios históricos: Andalucía, Euskadi y Cataluña.
Andalucía.-
Según algunas estimaciones, a principios del siglo XIX, un cuarto del PIB español era andaluz. Solo Sevilla representaba el 14% del PIB nacional, más que Cataluña (8%) y Euskadi (2%) juntas. El PIB per cápita andaluz era en 1860 un 36% superior a la media española, gracias a factores como la riqueza minera de sus regiones. ¿Qué pasó en el siglo XX? Muchas cosas, y casi ninguna buena para la economía andaluza.
Una pista: durante la Transición, había 59 empresas industriales con domicilio social en Andalucía, 448 en Madrid, 317 en Barcelona y 83 en Bilbao, en datos recopilados por 'El País' en 1980.
¿Cómo pasó la burguesía andaluza del infinito al cero? Hablamos con Carlos Arenas, catedrático emérito de Historia Económica de la Universidad de Sevilla y autor de ‘Lo andaluz’ y ‘Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz’.
- ¿Por qué la burguesía más pujante de España estaba en Andalucía en el siglo XIX?
- En Andalucía se concentraron las mayores fortunas burguesas de España hasta principios del siglo XX. Los empresarios burgueses venían de fuera porque Andalucía era un buen territorio para los negocios. El vino de Jerez, por ejemplo, fue la primera exportación española en el siglo XIX. También estaba el aceite y otros productos del litoral. Negocios impulsados por el librecambismo desde la Constitución de 1812. Andalucía necesitaba fronteras comerciales abiertas para vender y comprar fuera, como el carbón para sus talleres.
- ¿La irrupción del proteccionismo fue un revés para la burguesía andaluza?
- Sí. El librecambismo dejó de ser política económica de Estado con la restauración borbónica. Luego vinieron las olas arancelarias (1892, 1907, 1923). España se convirtió en el país más proteccionista de Europa, apostó por el nacionalismo económico, que benefició al triángulo Madrid-Bilbao-Barcelona. Ahí empezó la decadencia andaluza. La pérdida de Cuba también fue importante porque, al reordenar el mapa económico español, Andalucía pasó a convertirse en colonia interior, perdiendo la soberanía necesaria (hasta hoy) para tomar decisiones económicas autónomas.
- Llegada la revolución industrial, Andalucía mantuvo sus minas, pero perdió batallas importantes. Por ejemplo: un gran proyecto de altos hornos andaluces, en 1917, sucumbió al poder industrial de la burguesía vasca. ¿Qué pasó?
- Los primeros altos hornos de España estuvieron en Marbella, de la familia Heredia, de origen riojano. El proyecto al que te refieres, durante la I Guerra Mundial, trataba de abastecer la mitad sur de España de productos de hierro, maquinaria agraria, etc., pero falló la financiación. Siempre se sospechó que la rama de los Ybarra afincada en Andalucía, parientes de los Ybarra de los altos hornos de Vizcaya, lo dejaron caer.
- La burguesía andaluza, por tanto, jugó un papel en su propia decadencia...
- Siempre. No se puede recurrir todo el rato al victimismo para explicar su decadencia. La burguesía andaluza nunca tuvo la fuerza colectiva de las burguesías vasca y catalana. Ni la fuerza del actual nacional-madrileñismo. Al margen de los terratenientes autóctonos, buena parte de la gran burguesía andaluza (Ybarra, Pickman, Larios, Heredia) vino de otras partes de España o de otros países. Esto es clave.
- ¿Se refiere a que fue malo para cohesionar territorio y organizarse políticamente?
- Sí, en ese sentido, fue una tara. Los burgueses andaluces siempre estuvieron mejor conectados política y económicamente a otros territorios. Fenómeno que se fue exacerbando. Ejemplo reciente: la red bancaria andaluza ha ido desapareciendo en favor del Santander, el BBVA o La Caixa.
- ¿Cómo salió parada la burguesía andaluza del reparto económico territorial del franquismo?
- En los cincuenta y sesenta, las cajas de ahorro andaluzas tenían órdenes de enviar los depósitos (de los emigrantes andaluces) al Instituto Nacional de Industria (INI) o al ministerio de turno para que los distribuyera entre las regiones industrializadas. Andalucía representaba el 18% de la población y el territorio español, pero solo se llevó el 8% de las inversiones del INI. La burguesía andaluza de la tierra había vivido de la mano de obra barata, abundante y analfabeta. Pero para eso la población jornalera tenía que estar quieta, y Franco la movió: tras una serie de acuerdos, los andaluces acabaron trabajando en países europeos y zonas industrializadas de España. El adiós de esa mano de obra entorpeció el negocio de la burguesía agraria andaluza, que, acostumbrada a vivir del jornalero y las rentas, se sintió traicionada por Franco. Esa burguesía tuvo que actualizarse: dueña de la tierra, pasó de la tierra para cultivar a la tierra para construir, el ladrillo, con nueva mano de obra barata, básica para ese capitalismo que yo llamo extractivo.
País Vasco.-
Hubo un momento en el que la burguesía vasca lo tenía casi todo: tenía industria, tenía bancos y tenía barrio: Neguri (Guecho, Vizcaya). Ahora tiene casas y tiene rentas, pero sobre todo tiene recuerdos, como un noble venido a menos, vestido en batín, que te cita junto a la chimenea para contarte los años dorados que nunca volverán.
La decadencia de una clase social en dos escenas.
Escena primera. Últimas semanas del siglo XX. Fusión entre el Banco Bilbao Vizcaya y Argentaria. En plena euforia financiera, la creación del superbanco se recibe en España y en el País Vasco con parabienes, o el BBVA como superacorazado necesario para competir en las finanzas internacionales. Un detalle, sin embargo, ya apuntaba que no estábamos antes una fusión entre iguales y sí estábamos ante el funeral del liderazgo bancario vasco en España: Francisco González, nacido en Lugo, ocuparía la presidencia del BBVA en solitario desde 2002, año en el que Emilio Ybarra, histórico de la burguesía vasca, abandonaría la copresidencia. Era el fin de una era para los banqueros de Neguri, que a caballo de la poderosa industria vizcaína (altos hornos, naval, minas) habían gestionado las mayores fortunas españolas durante los siglos XIX y XX. En el XXI, por contra, las grandes sagas bancarias vascas fueron diluyendo su presencia en los consejos de las entidades bancarias, con el BBVA ocupando un lugar cada vez más simbólico en la sociedad vasca.
La burguesía vasca fue clase social hegemónica durante parte del siglo XX, con amplias ramificaciones culturales y altas dosis de pragmatismo político adaptado a los negocios: En palabras de un conocedor profundo de la sociedad vasca: "La burguesía vasca ya no existe. Me refiero a la que fundó las grandes entidades bancarias antes del franquismo, creó un robusto tejido industrial y se enriqueció con la exportación de carbón y acero a Gran Bretaña. Era un burguesía plutocrática que impulsó universidades jesuíticas como Deusto, donde se formaron los primeros cachorros de la burguesía. Era una burguesía españolista, es decir, contraria al nacionalismo, y de adhesión franquista indudable, aunque también monárquico/juanista".
Escena segunda. Junio de 1977. ETA secuestra y asesina a Javier de Ybarra y Bergè, exalcalde de Bilbao, consejero de los grandes bancos vascos, presidente de 'El Correo' y 'Diario Vasco' y heredero de uno de los clanes financieros/industriales vascos por excelencia: los Ybarra. Fue "un golpe maestro de ETA" porque Ybarra era "el ideólogo, el intelectual de Neguri", le asesinan por ser la "cabeza pensante", contó Mario Onaindía en 'Testamento vasco'.
"El punto de no retorno es la aparición de ETA. La estampida de la burguesía españolista vasca empezó tras el asesinato de Ybarra. La burguesía se rompió entonces entre la diáspora y el pago del impuesto revolucionario", añade la fuente citada anteriormente.
Habla Manuel Montero, historiador, exrector de la Universidad del País Vasco y autor de 'La California del hierro. Las minas y la modernización económica y social de Vizcaya':
La edad de oro: "El momento épico de la gran burguesía vasca ocurrió entre el XIX y el XX. Tenía orígenes tradicionales, pero se enriqueció con la venta del mineral de hierro y el surgimiento de sectores como la siderurgia, el hidroeléctrico o las navieras. Invirtieron mucho dinero en banca. Su prosperidad continuó durante la I Guerra Mundial, los años veinte y el inicio del franquismo".
El declive: "Las cosas empezaron a torcerse en las postrimerías del franquismo, y se recrudecieron en la Transición, con la crisis del petróleo y las reconversiones industriales. La burguesía tradicional no consiguió saltar del todo a la nueva economía, y aunque algunos burgueses se reconvirtieron a la economía financiera, con las fusiones bancarias noventeras se les fue parte del poder que les quedaba".
La otra guerra civil: "La influencia de ETA sobre el declive de la burguesía vasca es fatal. Los setenta, antes y después de la muerte de Franco, son años de crisis económica y acoso de ETA a la derecha y a las jerarquías industriales. Parte de Neguri respondió desplazándose hacia Madrid. El acoso a la burguesía industrial vasca no suscitó grandes protestas, no ya entre el nacionalismo, sino entre la izquierda antifranquista, quizá porque nadie reparó en qué significaba la caída de un sector industrial socialmente trascendente".
La desaparición: "Yo no hablaría de desaparición absoluta como clase o grupo, pero sí de subordinación, tanto en la economía vasca como en la española, paralela a la pérdida de peso de la economía vasca en el conjunto del país. En los cincuenta y sesenta, todo el mundo asociaba banca e industria a la burguesía vasca; ahora (casi) nadie lo hace. Dejó de ser la clase hegemónica empresarial del País Vasco, sustituida por una mesocracia muy vinculada al Partido Nacionalista Vasco (PNV) y a los negocios cocidos al calor del poder político".
La nostalgia: "De la burguesía tradicional vasca quedan cuatro familias… y los recuerdos. Quedan unas pocas personalidades empresariales, y una tradición, pero no un grupo social estructurado con sus valores y funciones. La burguesía vasca es ahora un recuerdo marginal. Aunque la economía vasca ha ido perdiendo posiciones, mantiene cierto vigor y calidad de vida, en parte por el Concierto económico. Pero de la burguesía vasca solo queda el recuerdo de los historiadores", zanja Montero.
Remata el conocedor de la sociedad vasca: "De esa burguesía vasca solo quedan rescoldos. Las familias vascas tradicionales del BBVA o Vocento están diezmadas. La lenta decadencia económica y demográfica del País Vasco está ahí, aunque se maquille".
Cataluña.-
De la industria, a las finanzas, el turismo y el ladrillo. Del oasis catalán, al achicharramiento del 'procés' y la fuga de empresas catalanas a Madrid. De la euforia del 92 al sorpaso económico de Madrid a Barcelona. Que la burguesía catalana está en crisis ya no lo discute ni la burguesía catalana. Más discutible es si el 'procés' ha sido factor decisivo de la decadencia o mero enterrador de un enfermo que no estaba ya en su mejor momento (reconversión industrial), enredado (la década anterior al 'procés') en asuntos materiales (imposibilidad de crear un gigante energético nacional vía Gas Natural) y simbólicos (corrupción en el Palau, incendio del Liceu y falta de fondos para reconstruirlo) que no hacían presagiar nada bueno.
Hablamos con dos de los escritores que mejor han diseccionado los altibajos de la burguesía catalana: Jordi Amat, autor de 'Largo proceso, amargo sueño. Cultura y política en la Cataluña contemporánea' y Cristian Segura, autor de 'Gente de orden. La derrota de una élite'. Hacemos a Amat y Segura las mismas preguntas (por separado) sobre la decadencia de la burguesía catalana.
- ¿El 92 fue el techo o el canto del cisne de la burguesía catalana?
- Jordi Amat: En el 92 todos los actores implicados hicieron lo que les tocaba. Esa es una de las claves del éxito. También lo hizo la burguesía clásica, como evidencia el compromiso con el proyecto de figuras como Carlos Ferrer Salat o Leopoldo Rodés. Así participaron de uno de los principales éxitos de la Cataluña democrática: la transformación de Barcelona de ciudad potencialmente decadente del Mediterráneo a una de las ciudades globales con mayor atractivo de Europa. Esa Barcelona no le debía todo, pero sí le debía mucho a la burguesía.
- Cristian Segura: El techo fueron la incorporación de España a la Comunidad Europea en 1986 y los Juegos Olímpicos en 1992. Desde las reformas económicas en el tardofranquismo, a partir de los sesenta, el ascendente catalán en la modernización de España, para acceder a Europa, fue trascendental. Barcelona 92 fue la culminación de la burguesía de Barcelona y de una época de expansión industrial que la globalización estaba a punto de liquidar.
- ¿El salto de la industria al ladrillo y el turismo le sentó mal a la burguesía catalana?
- Cristian Segura: Sí, le sentó mal a la burguesía catalana como le sentaría mal a cualquier sociedad. Le sentó mal porque perdió influencia y poderío.
- Jordi Amat: Diría que un salto de estas características le sentaría mal a cualquier clase dirigente económica. O, para ser justos, la consolidación de la productividad no es la misma si hablamos de la industria y el turismo de masas, dominante en nuestro país. En el caso catalán, el éxito turístico —del mar y de Barcelona— fue tan rotundo que impidió contemplar un proceso de desindustrialización muy considerable. Nadie lo ha contado como Ramon Aymerich en 'La fàbrica de turistes'.
- ¿Por qué se aceleró la decadencia de la burguesía catalana en el siglo XXI?
- Jordi Amat: No sé si estoy muy de acuerdo con la formulación de la pregunta. ¿Cuándo vivió esa burguesía su momento de gloria? A lo mejor nos hemos creído un mito construido por una burguesía que ansiaba un poder que nunca le fue reconocido por el centro de poder español: Madrid. Lo significativo, lo que merece una reflexión interrelacionada, es ese proceso de pérdida de influencia ligado a la reconfiguración del bloque de poder español tradicional a través del aznarato. El aznarato tuvo la virtud de dotarse de un proyecto de poder sincronizado con el arranque de la globalización pensada por la imaginación liberal. La burguesía catalana no participó de ese proyecto. Y, al intentarlo, ese bloque de poder no la reconoció.
- Cristian Segura: No sé si se aceleró. Esencialmente, su decadencia es una inercia, un largo proceso (título de un libro de Jordi Amat que te recomiendo si no lo leíste) que arranca en los ochenta con la turboglobalización, con el auge de China, cuando las fábricas se deslocalizan.
- ¿Qué momento concreto reflejaría mejor la crisis de la burguesía catalana en el siglo XXI?
- Cristian Segura: La salida de las sedes sociales de CaixaBank y Sabadell en octubre de 2017.
- Jordi Gracia: Nada lo ejemplifica mejor que un episodio sobre cuyas consecuencias no hemos pensado a fondo: la opa fallida de Gas Natural sobre Endesa [contexto: hubo muchas resistencias en España a que la compañía se catalanizara], un fracaso en el que se aliaron poderes diversos y que acabó con esa compañía estratégica en manos no españolas.
- ¿Cómo describiría la relación (ayer y hoy) entre Madrid y la burguesía catalana?
- Jordi Amat: En este sentido el libro de Manel Pérez ('La burguesía catalana. Retrato de la élite que perdió la partida'), que acaba de publicarse, es muy clarificador. La burguesía catalana ha tendido a sobrevalorar su capacidad de influencia en Madrid, básicamente por una lectura poco precisa de cuál era el desarrollo capitalista español de las últimas décadas. En Madrid, por su parte, se ha respetado, en ocasiones envidiado, la implicación de parte de esa burguesía con la sociedad civil.
- Cristian Segura: La burguesía catalana comprende la burguesía de Girona, Vic, Reus o Barcelona. No conozco bien a estos grupos fuera de la provincia de Barcelona. Por eso no me gusta hablar de la burguesía catalana. 'Gente de orden', el libro que escribí, trata de la burguesía de Barcelona.
En cuanto a la burguesía de Barcelona, esta, sea nacionalista o no, hacía y hace lo posible para hacer negocios con socios en Madrid. La capital de España es hoy vista con admiración (se la considera más fuerte y se la ve lanzada; recuerda las palabras de Gerard Piqué, un hijo de la Barcelona pudiente). La mayoría de esta burguesía de Barcelona, y catalana, ve también a Madrid con recelo, porque al fin y al cabo es la capital de un Estado que, en su opinión, les roba. Este sentimiento lo defendía con maestría CiU porque representaba un sentir generalizado en estos sectores gran y pequeñoburgueses. Ahora, la administración autonómica catalana es muy potente, pero es la administración central, encarnada en Madrid, quien continúa siendo objeto de una desconfianza (a veces en la historia justificada y otras, no) de una sociedad que tiene sus raíces en la empresa y que ha sido alérgica a la intervención pública.
- ¿Podríamos calificar la relación entre el independentismo y la burguesía catalana de flirteo no consumado? ¿El flirteo con el 'procés' le salió caro?
- Cristian Segura: El 'procés' es un efecto importante de la decadencia antes mencionada, de una élite civil que ni tiene influencia ni tiene una formación. En el caso del que hablamos, de lo que conocimos de la burguesía, se trata de una sociedad frívola que vive del patrimonio que le dejó el abuelo y se dejaron convencer de que sus 'males', su decadencia, es culpa de España. Le ha salido caro, sí. Todavía pierden más influencia y opciones de tener un futuro competitivo. Con ellos también pierden la sociedad catalana y española.
- Jordi Amat: No hay una sola burguesía, diría. La tradicional flirteó con la soberanización del partido de orden que era Convergència. Pero la mayoría de esos burgueses que votaban Pujol se fueron descolgando de la deriva en la que entró Artur Mas. El 'procés' le ha salido caro a Cataluña en general y a esa clase también, porque, paradójicamente, la reivindicación de mayor soberanía desembocó en un desempoderamiento.
- Cuando el 'procés' se desbocó, las sedes de algunas empresas catalanas se desplazaron a Madrid. Pero el 'procés' prendió entre la burguesía por, entre otras cosas, la posición dominante de Madrid... reforzada ahora por el desplazamiento de empresas catalanas a la capital. ¿Cómo interpreta esta contradicción?
- Jordi Amat: Lo he comentado en la respuesta anterior. Es fascinante contrastar el apoyo a Artur Mas, que se presentaba como uno de los suyos y así era reconocido, y las consecuencias de su acción política. A día de hoy, en términos de poder, es decir, en términos políticos, considero que Mas ha sido el peor político catalán desde el Compromiso de Caspe.
- Cristian Segura: Es que la burguesía catalana no es monolítica. Los que se fueron, la mayoría no votaban por la independencia (la mayoría de las clases más bienestantes sí votó por la independencia en 2017, pero entre los que se fueron, no).
Quería apuntar que el número de empresas que se fueron es bajísimo, 4.000 eran, más o menos. Puede parecer mucho pero en total es muy poco. Empresas industriales se fueron poquísimas, y no trasladaron a sus plantillas. Más preocupante son las inversiones que se han perdido.
Lo verdaderamente importante son los grupos bancarios (CaixaBank trasladó el domicilio social a Valencia, no a Madrid). Quedó claro que Cataluña ya no tiene sistema financiero propio. Las cajas habían desaparecido con la crisis de 2008-2012 y ahora sus dos grandes bancos y participadas han confirmado que su fidelidad es con España.